¿Por dónde comienza la creación de personajes?
La creación de personajes tiene puntos de inicio que varían dependiendo de cada método o poética de actuación. Pero en todas ellas hay un punto en común: improvisando.
¿Qué es improvisar? Probar, jugar libremente, sin juzgarnos, sin meter la cabeza a opinar sobre si lo que hacemos tiene o no algún sentido porque, sinceramente, pocas veces lo tiene y es uno de los atributos del arte.
Si la creación del personaje que vamos a interpretar sale de un texto dramático, lo más lógico es leerlo concienzudamente y pensar algunos puntos que nos permitan componerlo: su clase social, su personalidad (extrovertido, serio, soberbio), su trabajo o labor cotidiana, su relación con los otros personaje. La idea no es enloquecer buscando hasta el último detalle en el texto. Más bien tener algunas puntas que nos permitan delimitar el campo de juego y luego sí: ponernos a jugar. Si tengo dudas si el personaje puede ser así o asá, me voy con esas preguntas a contestarlas en el entrenamiento.
Ahora, si pretendo hacer un personaje que sea una invención propia, la inspiración puede venir de muchos lados. Por ejemplo: ¿hay alguna vecina de tu barrio que sea un personaje? ¿ O en tu familia? ¿En una serie o película? Puedes inspirarte en la creación de un personaje similar al tuyo que ha hecho otra persona.
Quizás podemos aprovechar a hablar con ella, o volver a verla e intentar tomar algunos de sus rasgos para nuestro trabajo:
- Vestimenta
- Modo de mirar
- Si tiene algún tic nervioso o algún gesto fuera de lo común
- Dónde apoya el peso al caminar
- Manera de componer las frases
- etc.
La lista podría ser infinita pero al fin de cuentas el guía en la búsqueda es nuestro interés. Lo que sí hay que aprovechar es la teatralidad que tiene la vida cotidiana y abrir mucho la percepción para ver de dónde podemos sacar teatro.
Linda Seger en su libro «¿Cómo crear personajes inolvidables'» sumaría dos preguntas importantes: ¿Qué te resulta coherente en su manera de ser?, ¿Qué te resulta extravagante?. Hay muchos libros que te pueden inspirar para abordar la creación de personajes.
Creando desde el cuerpo
Pero es muy posible que el inicio de la creación de personajes surja del propio cuerpo, en una clase por ejemplo. En ese caso es suficiente con modificar algo de mi postura natural para sentirme otra persona. Con la simple modificación de la posición de la cadera, la distancia entre mis pies, la orientación de mi mentón voy a encontrar otra corporalidad, y también irá apareciendo otra personalidad, otra forma posible de conectar con el mundo.
Ejemplos:
– Un personaje que camina con las piernas abiertas, el pecho para afuera, con el mentón levemente elevado, lo que lo obliga a mirar al resto hacia abajo, podría ser valiente o también un soberbio.
-Ahora, con el mentón hacia el pecho, el personaje estaría obligado a mirar el mundo desde abajo, lo que probablemente se contagie en una espalda encorvada y en movimientos lentos y cautelosos. Acá podríamos hablar de alguien más bien tímido, o con sentimientos de inferioridad.
– Si nuestro personaje mira de costado, naturalmente nos vendrá la idea de una actitud sospechosa. Alguien que arma planes y esconde sus intenciones.
En esta exploración conviene hacer una investigación minuciosa de cada parte del cuerpo por separado: los pies, las piernas, la pelvis, el pecho, los hombros, el cuello, la cabeza, los brazos, las manos y buscar el contenido dramático de cada una de ellas. La creación del personaje a nivel físico está muy relacionada con cada uno de estos detalles.
Lo cotidiano
En nuestro ADN están todos los estereotipos de personajes que nos asistirán a la hora de la composición. La clave es preguntarle al cuerpo ¿De dónde tira el personaje? Y dejar que, solito, el cuerpo vaya adaptándose a los pequeños impulsos que aparecen y si algo queda fuera de lugar, volver sobre los pasos y readaptar. Del cuerpo vendrá no sólo un modo de pararse y de mirar, sino una forma particular de hablar, de respirar (respiración larga o cortada, al pecho o al diafragma) y hasta de pensar. Con el entrenamiento, mientras más habitemos esa nueva forma de ser, más vamos a poder pegarnos al personaje y sorprendernos ante el descubrimiento de algo inesperado.
Pero lo inesperado no llegará trabajando yo sólo con mi personaje. Para que lo inesperado acontezca, para que yo verdaderamente pueda sorprenderme ante algo nuevo, necesariamente voy a necesitar de un otro, de alguien que pueda hacer circular aquello que yo pongo en juego y que me obligue a transitar situaciones a priori inimaginadas. Y el juego no debe suceder desde la palabra, que nos pone en una zona intelectual, sino desde la acción. O mejor dicho, la creación de personajes mejora desde la reacción: la acción impulsada como respuesta a la acción del otro.
¿Pero cómo hacemos si vamos a trabajar un monólogo? Pues, lo mismo. Debemos buscar ahí dónde está el otro. En este caso, conviene siempre que sea el público. Intentar accionar con cada uno de los espectadores que me miran desde la platea y reaccionar a sus gestos.
Sin embargo, hay muchísimos actores (o estudiantes de actuación) que, a pesar de tener su personaje “físicamente” configurado, a pesar de estar “actuando” con otrxs, están trabajando solos. Están actuando que actúan. Ilustran lo que creen que debería suceder en la situación, en vez de habitar desde el cuerpo. “Hacen el gesto, antes de haber encontrado la sensación motriz” dice el maestro Lecoq (pp.55). Este es el riesgo mayor al que se enfrenta unx actuante. El peligro de perder el contacto con el impulso corporal y esperar resolverlo desde la cabeza. Antes de preguntarle a la cabeza qué tengo que hacer, es mucho mejor no hacer nada. Esperar y percibir los elementos de la escena, la conexión con lx compañerx o con el público. Esperar con la mayor disponibilidad posible para que el impulso llegue solo y el cuerpo reaccione.
Todo personaje tiene un ritmo propio, y una forma de encarar las situaciones. La creación de personajes es una aventura que comienza en cada proyecto.
“El ritmo es la respuesta de un elemento vivo. Puede ser una espera pero también una acción. Entrar en el ritmo es entrar exactamente en el gran motor de la vida. El ritmo está en el fondo de las cosas, como un misterio.” (Lecoq, pp.56)
Bibliografía:
Lecoq, Jacques, El cuerpo poético: una pedagogía de la creación teatral, Barcelona: Alba, 2003.
Autora: Agustina Soler