La creatividad como necesidad vital
Me apasiona investigar sobre creatividad. Como artista de teatro y como psicóloga social, como docente y como mujer en crecimiento permanente. La creatividad está íntimamente ligada al acto teatral. Muchas veces nuestro alumnado se presenta con mucho miedo por sentirse falto de creatividad. Creen que no tienen creatividad, y eso es imposible. Crecemos porque creamos. Un poco copiando y un poco inventado.
Tomamos ejemplos en nuestra familia, en nuestro barrio, en la escuela. Cuando no hay modelos que nos representen, la creatividad se vuelve imprescindible. No es un lujo, es una estrategia de supervivencia. Para muchas personas, especialmente aquellas cuyas historias no encajan en los moldes sociales, la creatividad se convierte en el único camino posible hacia la identidad.
Empieza una búsqueda de lo propio, mirando a muchos sitios. En mi caso, un poco en mi casa, un poco en mis tías, mucho en mis maestras, también en la literatura y en la fantasía. Luego en las personas que conocí en el teatro, en las clases de biodanza, de yoga, de lo que fuera que estuviera aprendiendo. De mis profes y de mi alumnado, de colegas y de mi amores.
Creatividad e identidad se unen
La creatividad no es solo expresión artística, sino la capacidad de generar respuestas únicas frente a situaciones concretas. Es identidad en acción. Cuando no heredamos herramientas claras para vivir, tenemos que inventarlas. Y eso es un acto profundamente creativo. Requiere analizar, trasvasar, analogizar. ¿Puedo aprender el amor y el apoyo de mi maestra? ¿Puedo aprender la poesía de mi madre?.
Como retales que construyen una manta, los modelos pueden ser un puzzle nutricio y diverso. En otro momento ampliaré este concepto que tiene tanto que ver con la maternidad extendida.
Pichón Rivière: Salud, contexto y creatividad
Cuando estudié psicología social me encontré con la mirada de Enrique Pichón Rivière. Para él la salud es la adaptación activa a la realidad, es decir, vínculo situado y dinámico. Y la capacidad de establecerlo con uno mismo, con los otros y con el entorno. Desde esta perspectiva, la creatividad es una herramienta esencial para generar esas formas de vínculo en cada contexto. Crear es adaptarse, reinventar y habitar los márgenes.
En esta mirada, la identidad se constituye desde el entretejido social, y no desde una esencia individual. Ser es ser en relación. Y la creatividad permite moldear esa relación.
Jacob Moreno: El aquí y ahora de la creación del yo
En esa misma carrera descubrí que Jacob Moreno, creador del psicodrama, sostenía que todo ser humano es un creador de sí mismo. Cada persona tiene la capacidad de jugar, probar roles y construir nuevas formas de estar en el mundo. Esta creación ocurre en el aquí y ahora, desde el presente vital que se representa y transforma. Moreno creó el teatro espontáneo y fue allí donde encontré el puente entre mi formación psicosocial y la teatral.
Como en el teatro, el aquí ahora es la configuración de lo que estamos viviendo (ya llegaría el tiempo de hacer camino en el yoga, pero ese es otro post por escribir). Un imperativo para llenarse de vida.
Desde esta perspectiva, la creatividad no solo repara el pasado: funda el presente y proyecta el futuro.
Y yo agregaría: la creatividad es el movimiento que impide que la identidad se rigidice, que la historia quede fijada, que lo heredado se imponga como único destino.
La creatividad, entonces, no es sólo producir obras, textos, escenas. Es poder ensayar formas de ser, generar ficciones que nos permitan probar versiones de nosotras mismas, habitar otras miradas. Es un trabajo de construcción identitaria. Porque cuando la identidad no surge del sí mismo, se convierte en una copia idéntica de algo externo, algo que no nos nombra.
Crear es resistir la clausura del sentido. Es abrir grietas donde parecía haber solo repetición. Es encontrar luz en la discontinuidad. Crear es vivirse con potencia.
Mi experiencia: crear para sobrevivir
No todas las personas accedemos a modelos claros o nutritivos de lo que deberíamos ser. A veces, no hay imágenes que nos representen; a veces, lo que hay son huecos. En ese vacío, la creatividad no es una elección estética ni un lujo expresivo: es una necesidad vital.
Para muchas personas —como para mí—, la creatividad ha sido una forma de estar en el mundo, no como réplica de lo que se esperaba de mí, sino como construcción genuina de una identidad. No se trataba de encajar en modelos existentes, sino de buscar herramientas, referencias y gestos dispersos, tomar cosas de lugares diversos y crear a partir de ahí una manera propia de ser.
En mi caso, la creatividad fue mi refugio y mi sostén. No contaba con modelos maternales ideales ni herramientas heredadas para ser quien necesitaba ser. Tuve que inventarme desde fragmentos: de libros, de vecinas, de maestras, de silencios, de ausencias.
Desde esa falta, fui construyendo. No desde la carencia, sino desde la recolección activa de gestos, palabras y cuidados. Y cada pequeño acto creativo fue un gesto de autoafirmación y sanación. Como decía Moreno, me fui creando a mí misma, escena por escena, vínculo por vínculo.
Creatividad como acto político y vital
Ser creativa es reclamar el derecho a existir a nuestra manera. Crear es dejar de imitar lo establecido para dar forma a lo que aún no existe. En tiempos en los que lo normativo oprime, la creatividad es un acto radical de libertad y autenticidad. Es ocupar los espacios, borrar los discursos vaciados, llenando de sentido propio las palabras, los actos y los gestos. Es compartirse y aprender en cada vínculo cómo hacerlo.
La falta de creatividad da miedo a no saber cómo reaccionar, como coexistir, porque no se tienen las herramientas para volcarse en las situaciones y generar formas de cohabitarlas. De darle nuestros colores y matices.
Creo que cuando las situaciones me rebasan, cuando siento ansiedad o enfados (tiendo demasiado a eso) es porque me encuentro desinstrumentada. No tengo las herramientas ni soy capaz de generarlas o de hacer emerger una nueva manera. Vuelve el problema: si no encaja en lo que sé, siento que me desencajo yo.
Por eso necesito entrenar con amor y paciencia mi creatividad. Para transformar los posibles ocursos escenarios vacíos en entornos de crecimiento. Crear es vivir con conciencia. Crear es decidir cómo y quién se quiere ser. Ser en contexto, en relación con lo que hay. Porque si no es así, si se me olvido de «lo otro», dejo de lado una parte de mi realidad. Y sólo puedo crear dentro de la realidad. Lo demás es idear, está en el aire, no se concreta. Es poner a pelear realidad con fantasía. Y han nacido para nutrirse una a la otra.
La chispa, ¿es magia?
La creatividad no siempre aparece como una chispa mágica. A veces brota de la necesidad, del silencio, del hueco que deja lo que no fue. En mi vida, ha sido ese hilo invisible que me permitió recomponerme, armarme y reinventarme. Porque no faltaban referentes, sólo necesitaba buscar un poco más. No he idealizado a mis padres y sus dificultades y falencias, tan propias de lo humano, se sumaron a nuestra realidad económica difícil. En otras palabras: ellos andaban tratando de inventarse cómo amar porque no tenían experiencia ni recursos afectivos. Y eso en un contexto de dificultades económicas fuertes. La ecuación cierra fatal.
Con el tiempo descubrí que crear no es solo producir algo original o bello. Crear es también una forma de respirar, de existir con más verdad. Aunque esa verdad sea dolorosa, eso no quiere decir resignarse a vivirla así. A veces sin saber que lo hacía he tenido que elegir, desde el presente, cómo habitar una historia cuya introducción conocía. Pero quería cambiar el nudo, el desarrollo. Por ahora (espero) no toca pensar en el desenlace.
En ese gesto –tan íntimo, tan político– se fue forjando mi identidad.
Hoy pienso la identidad no como algo fijo, sino como un organismo vivo: se mueve, se adapta, muta. Y la creatividad es su motor. Porque sin ella, lo que llamamos identidad corre el riesgo de volverse copia, mandato, repetición o sometimiento. La creatividad abre espacio para que emerja lo propio: la combinación única de nuestros genes, nuestras heridas, nuestras cosechas, nuestros deseos, nuestras condiciones concretas de existencia.
Un camino posible
En mi camino, esa posibilidad de creación ha sido también una forma de reparación.
De tomar las piezas desordenadas, las que no encajaban, y reconfigurarlas en algo que sí me pertenece. Algo que, al ser dicho o puesto en escena, cobra sentido. Por eso creo en una creatividad que no solo expresa, sino que sana, que transforma, que afirma: esto soy, esto estoy siendo.
Crear, entonces, es mucho más que un oficio. Es una forma de estar en el mundo con dignidad, con presencia. Con rabiosa pasión a veces. Una forma de no reducirme a lo dado. De no aceptar como única la historia que se empezó a contar sobre mí. Es, también, la raíz desde la cual puedo tejer otros vínculos, otros relatos, otras maneras de hacer red. Otras maneras de belleza, de poesía.
Cuando logro crear algo en mi cuerpo y en mi alma respira. Porque crear es recordar que tengo voz, manos, mirada. Que existo desde un lugar que quizás no fue nombrado. Que tengo posibilidad y derecho de dar, de amar, de ser amada. Que no no estaré nunca del todo hecha, que aún tengo mucho por hacer y por crear (me).
Patricia Davis
Fuentes para profundizar
- Pichón Rivière, E. – El proceso grupal
- Moreno, J. – Fundamentos del psicodrama
- Winnicott, D. – La creatividad y sus orígenes
- hooks, bell – El anhelo de lo cotidiano
- Le Guin, Ursula K. – The Carrier Bag Theory of Fiction