Continuaos el camino emprendido en «Ser o no Ser, conociendo a Shakespeare»
¿Qué es lo tan grandioso en Shakespeare? Miles de autores, teóricos, pensadores, están dándole vueltas al tema. En mi humilde opinión de simple fanática, a través de algunas fábulas y de modo muy maravilloso, Shakespeare encuentra los canales que le permiten hablar nada más y nada menos que de la condición humana. De manera muy sintética, vamos a analizar hoy la obra más emblemática de Shakespeare.
Hamlet
No se sabe con exactitud, pero el año de publicación es alrededor del 1603 y se cree que el nombre de la tragedia (y del personaje principal) es en honor a su hijo fallecido a los 11 años de edad, Hamnet. Pero también hay antecedentes en un libro de historia danesa del siglo XIII, donde hay un príncipe llamado Amleth cuyo padre es asesinado por su tío que luego se casa con su madre. Como dijimos, la originalidad no era un tema que preocupara a los escritores isabelinos. Amleth etimológicamente significa “loco” o “tonto”… cosa que hace mucho sentido con el texto shakesperiano.
La sinopsis
Acá voy a necesitar de toda su atención, porque las tramas shakesperianas son enredadas, como novelas centroamericanas, con mensajes del más allá, problemas de amor y muertes por doquier. Así que háganse un café bien cargado y presten mucha atención:
Esta obra comienza con un fantasma, un fantasma que le dice a su hijo, el príncipe Hamlet de Dinamarca, que vengue su muerte, perpetrada por su hermano y nuevo rey, Claudio:
“ (…) ¡Escucha Hamlet, escucha, si has amado jamás a tu padre (…) ¡Venga su asesinato, torpe y desnaturalizado. (…) Noble joven, la serpiente que mordió la vida de tu padre, lleva hoy su corona” (Shakespeare, 2002: pp. 21)
Pero Hamlet no es un héroe clásico de una novela medieval, este príncipe es un intelectual, un universitario y, como tal, duda de todo: duda si ese fantasma es su padre y duda también de la veracidad de lo que le dice y, como buen neurótico, se castiga por eso:
“¡Si que es valentía que yo, el hijo del querido padre asesinado, incitado a mi venganza por el Cielo y el Infierno, tenga que desahogar mi corazón en palabras, como una puta, y ponerme a maldecir como una mujerzuela!” (Shakespeare, 2002: pp 41)
Lo que sí es seguro es que el rey está muerto y el sucesor al trono es su hermano, y posible asesino, Claudio, quien, además, decidió esposar a la viuda de su hermano y madre de Hamlet: la reina Gertrudis. Hamlet está muerto de odio ya que en muy poco tiempo su estructura familiar se dio vuelta y comienza a comportarse muy extraño, lo que lleva al entorno a pensar que Hamlet está loco.
Intentos de salvación
Entre los intentos para ayudar al joven Hamlet, Polonio, consejero de los reyes y padre de Ofelia, la enamorada del príncipe, envía a su hija a romper con él y así poder probar que la locura de Hamlet es por amor, pero Hamlet la desprecia:
“Metete en un convento ¿Por qué querrías engendrar pecadores? Yo mismo, soy medianamente honrado, y sin embargo, me podrían acusar de tales cosas (…). Si te casas, te daré esta maldición como dote: aunque seas tan casta como el hielo, tan pura como la nieve, no escaparás de la calumnia. Metete en un convento.” (Shakespeare, 2002: pp 44)
La reina manda a llamar a sus amigos de la universidad para levantar su ánimo y a unos actores para realizar una obra. Hamlet ve aquí una oportunidad para probar si las palabras del fantasma son reales: hace que los cómicos representen frente a la corte una escena similar al modo en que Claudio mató a su hermano: vertiendo un veneno mortal en su oído mientras dormía.
“El drama es la realidad con la que atraparé la conciencia del rey” (Shakespeare, 2002: pp 41)
Cuando el rey ve esta escena, sale furioso de la sala, lo que confirma sin dudas que él es el asesino.
Teatro dentro del teatro
Acá sucede un recurso escénico muy interesante que está presente en varias obras de Shakespeare: Teatro dentro del teatro. Es decir, hay una obra dentro de otra obra. Este es un recurso que el autor usa en varias obras y que genera un efecto Mamushka para lxs espectadores. Este recurso se utiliza mucho en el período posterior, el Barroco. Un procedimiento similar podemos ver, por ejemplo, en “Las Meninas” de Diego Velázquez, donde vemos en su cuadro al propio Velázquez pintando un cuadro.
A la par, Gertrudis, madre de Hamlet decide hablar con su hijo que está fuera de sí, pero pide a Polonio que se esconda en la sala por seguridad. Hamlet, frente a los retratos de su padre y de su tío, le reclama por su madre su casamiento prematuro:
“¿Tienes ojos? No puedes llamarle amor, pues a tu edad el levantamiento de la sangre está domado, es humilde y sigue el juicio: y ¿qué juicio podría pasar de éste a éste? (…) ¡Ah, vergüenza” ¿Dónde está tu rubor? (…) Vivir en el pútrido sudor de un lecho grasiento(…)” (Shakespeare, 2002: pp. 60)
Cuando Hamlet escucha un ruido entre las cortinas, creyendo que es su tío, mata al desgraciado Polonio clavándole su espada y acto seguido se apersona el fantasma de su padre al que sólo Hamlet puede ver. Obviamente, su madre termina de convencerse que su hijo está loco y es peligroso. Junto con su nuevo esposo, decide exiliarlo.
Muerte y más muerte
Por la muerte de su padre, Ofelia enloquece y se suicida tirándose a un río.
Su hermano, el valiente Laertes, quiere vengarse de Hamlet por el asesinato de su padre y la muerte de su hermana, y decide retarlo a un duelo. Claudio lo asiste en esta venganza, e impregna su espada de veneno y para asegurarse, vierte el mismo veneno en la copa de Hamlet.
Comienza el duelo y Laertes lastima a Hamlet, pero él no muere enseguida a causa del veneno, sigue peleando y consigue herir a su contrincante. En ese momento su madre, Gertrudis, bebe de la copa envenenada y muere. Laertes antes de morir, confiesa que fue Claudio quien vertió el veneno en la copa. Hamlet, por fin toma el envión y mata a su tío. Fin del culebrón.
Trampolín a la estratósfera
Lo que acabamos de narrar, en sí mismo, no parece tener demasiado valor: otra fábula sobre problemas intrafamiliares. Pero la magia de William Shakespeare está en otro lado: los eventos encadenados de la historia son sólo una excusa para reflexionar sobre el ser.
El personaje de Hamlet nos muestra justamente ese cambio de era entre el Medioevo, el Renacimiento y el Manierismo. Laertes, el hermano de Ofelia, representa el clásico caballero medieval: cuando se entera que han matado a su padre, vuelve de su viaje para vengar su muerte. Hiere a su oponente y deja la vida. Lo que debe ser.
Pero Hamlet no, Hamlet duda. Y no sólo sobre la acción que debe llevar a cabo, sino sobre el sentido de todo esto. Sobre la vida y la muerte. Sobre el suicidio.
“Ser o no ser: esa es la cuestión: si es más noble sufrir en ánimo los tiros y flechazos de la insultante Fortuna, o alzarse en armas contra un mar de agitaciones, y acabar con ellas: morir, dormir, nada más, y con un sueño decir que acabamos con el sufrimiento del corazón y con los mil golpes naturales que son herencia de la carne. (…)
Morir, dormir; dormir, quizás soñar: sí, ahí está el tropiezo, pues tiene que preocuparnos qué sueños podrán llegar en ese sueño de muerte. (…)
¿Quién soportaría los latigazos y los insultos del tiempo, el agravio del opresor, las burla del orgulloso, los espacios del amor despreciado, la tardanza de la justicia, la insolencia de los que mandan, si el mismo podría procurar su libertad con un simple puñal?
¿Quién aguantaría cargas, gruñendo y sudando bajo una vida fatigosa, si no temiera algo después de la muerte(…)? Así, la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes”
(Shakespeare, 2002: pp. 43)
Escrito en la historia universal
Este monólogo de Shakespeare, tan icónico en la cultura teatral, condensa el conflicto del protagonista: la imposibilidad de acción (ya sea para vengarse -como Laertes-, ya sea para suicidarse -como Ofelia) ante el devenir de la conciencia. Hamlet se desdobla de su función, de su rol asignado para hacerse las preguntas existenciales.
Esto expresa muy bien el sentimiento de época que analizamos en el artículo anterior: la crisis ante el descubrimiento copernicano saca al hombre del centro del universo y por tanto pone en duda la supremacía de Dios.
Hamlet dilata su venganza toda la tragedia: ya no hay certezas, entonces el ser humano puede decidir sobre su destino. Ahí llega la duda: ¿matará Hamlet a su tío para convertirse él mismo en asesino y continuar con la cadena de violencia? ¿Cuál es el sentido de todo esto?
No todo es filosofía
Además de dejarnos girando en falso con sus reflexiones existenciales, Shakespeare a través de Hamlet nos da clases de actuación en su diálogo con los actores:
“Acomoda la acción a la palabra, la palabra a la acción, con este cuidado especial; que no rebases la moderación de la Naturaleza, pues cualquier cosa que así se exagere se aparta del propósito del teatro cuyo fin es el de sostener el espejo a la Naturaleza (…) (Shakespeare, 2002: pp. 46)
En contexto, esto es aún más interesante: en esa época, donde el teatro tiene mucha relevancia, las compañías empiezan a pelear entre sí para ocupar lugares de poder y es muy común que las compañías su burlen entre sí en las propias obras:
“Di tu parlamento, por favor, como te lo he recitado (…), pues si lo voceas, como hacen muchos actores, me daría igual que el pregonero dijera mis versos (…)” (Shakespeare, 2002: pp 38)
Entre 1596 y 1603 ocurrió “La guerra de los teatros”, una época en Inglaterra donde el teatro de Londres fue muy concurrido, un gran negocio. El teatro culto se mezclaba con expresiones populares como la pelea de gallos o de osos. Es posible que esto justifique el baño de sangre que ocurre al final de Hamlet y en muchas otras obras: había que mantener contento a un público que bebía cerveza durante la función. Y Shakespeare sabía cómo hacerlo.
Las compañías luchaban entre sí arriba del escenario y el público sabía de esas internas.
La obra de las mil reescrituras
Como se imaginarán, una de las obras más importantes del teatro universal tiene mil millones de versiones y reescrituras y grandes actores y actrices la llevaron al teatro y a la pantalla grande.
- Sarah Bernhardt (1844-1923), la actriz canónica del teatro declamativo, representó a Hamlet en la escena.
- Laurence Oliver (1907-1989), el actor shakesperiano, llevó a este personaje a la pantalla grande.
Hubo también numerosas re-escrituras de este clásico. Pero vamos a nombrar sólo una, mi favorita: “Máquina Hamlet” de Heiner Müller. Este dramaturgo posdramático alemán, decide hacer algo parecido a un sexto acto del clásico, donde los personajes parecen volver de la tumba para reescribir su historia desde la negación: “Yo fui Hamlet. De pie a orillas del mar conversaba con la rompiente, BLA-BLA, a mis espaldas las ruinas de Europa.» (Müller, 2008: pp17). En esta obra, actores y personajes, futuro y pasado, tiempos históricos se mezclan para hablar del holocausto, del patriarcado, del capitalismo, de la putrefacción del poder, en un discurso que, por lo urgente, sólo puede ser vomitado:
“Pobreza
sin dignidad Pobreza sin la
dignidad del cuchillo del puño armado
del cuerpo humillado de las mujeres
Esperanza de generaciones
ahogada en sangre cobardía estupidez
Risas desde las barrigas muertas
HEIL COCA COLA.”
(Müller, 2008: pp. 27)
Autora: Agustina Soler
Referencias bibliográficas
Müller, Heiner (2008), Maquinahamlet, Cuarteto, Medeamaterial, Buenos Aires: Losada.
Shakespeare, William (2002), “Hamlet” en Tragedias, Madrid: Planeta.